martes, 29 de julio de 2014

Pulpitos, atriles y palcos

POR JORGE CARBAJAL

Desde los tiempos de la colonia hemos heredado organizaciones religiosas, civiles y militares que se arrogan, desde una errada e interesada perspectiva histórica haber sido mucho mas que palancas circunstanciales de la independencia política, una definición ya de por sí dudosa; afirman directa o indirectamente, haberse constituido en los cimientos sobre los cuales se asentó nuestra nacionalidad, a partir de sus influencias en el diseño de aquellas instituciones que conforman la estructura jurídica y cultural de un Estado.

Dicho en términos llanos, se afirman en una preexistencia de hecho, anterior a declaraciones formales de la voluntad independentista de la sociedad, no importa que sean vestigios deshilachados del poder colonizador de la época, para reclamar una supuesta preeminencia.

A partir de allí, y por la participación individual de algunos miembros representativos de esos círculos, en ámbitos del poder naciente, asumen que desde esos tiempos hasta hoy, su palabra tiene siempre que ser escuchada y acatada, a riesgo que la desatención de ellas, sumirá a los gobernantes de turno, elegidos o no por el Pueblo, en parias traidores al mandato de la historia.

Que sean traidores a los intereses de esos sectores minoritarios y no a los intereses del pueblo en general, es un “detalle”, que han obviado a lo largo de estos 200 años, muchos de los que han tenido la oportunidad y el espacio de decir alguna palabra al respecto.



Recuerdo cuanto me impactó, por no irme demasiado atrás en los tiempos, cuando un político de extracción radical, Roulet a quien vaya a saber por que, cierta prensa llamó “el pequeño Roulet” (ya olvidé del origen del apelativo), en pleno conflicto con los sectores agro-exportadores por la aplicación de la resolución 125, manifestó sin ningún pudor, que las medidas del gobierno iban no solo contra un sector estratégico de la economía, sino que atentaba contra unos de los pilares de la Nación, ya que él bien recordaba, que en la escuela su maestra le había enseñado, que la Argentina le debía atención y agradecimiento a quienes la habían dado identidad: el campo, la iglesia y el ejercito.

En realidad “Le Petit” no estaba manifestando otra cosa, que la síntesis de 150 años de dominación cultural de esas “élites” que se constituyeron, salvo un periodo histórico del país, el que va del 46 al 55, en guardia pretoriana de los gobiernos, en usufructuario de sus políticas económicas, en receptor de pleitesías a la tradición religiosa y en paredón contra los cambios culturales.

Así nos fuimos acostumbrando a que esos sectores tuvieran “su momento estelar” cada año, cuando en fechas determinadas, para la Iglesia el “Tedeum” del 25 de mayo, para las FFAA, el día del Ejercito el 29 de mayo y para los agro-garcas la inauguración de la muestra ganadera en Palermo, en el mes de julio y desde allí dictaran cátedra.

En ese momento de “balance” desde el púlpito de la Catedral, o del atril de la cena de camaradería de las FFAA, o desde el palco de la Rural, según el caso y la oportunidad, el representante máximo de esas organizaciones, tenía ante sí al propio Presidente de la Nación, que asistía en humillante ceremonia, que le pasaran la factura, por sus olvidos, distracciones, omisiones o directamente oposiciones al plan de beneficios del sector, para que se curara en salud, para el próximo año, si no sabía hacer sus deberes.

Acaso por las amonestaciones pendientes, o por la conducta intachable por no desviarse de esos principios rectores tan bien explicado por la maestra del “petit”, algunos mandatarios recibían felicitaciones efusivas, que se hacen extendidas por los plácemes del coro estable que circunda el anfiteatro, un cuadro alegórico que no cambia con los años; nuestra memoria siempre tendrá la foto, con un conjunto muy paquete de humanos y sementales con  símbolos patrios de adorno, como muestra de su fervor nacional y oliendo con lo mejor que  cada cual posee: las agradables matronas, y las hermosas herederas huelen a perfume francés, y los sementales y vientres únicos, huelen a sus no menos exquisitas deposiciones.

Los discursos, de cualquiera sea el sector, siempre se referirán al vaso medio vacío que les toca, ya que sus apetitos y sed son insaciables, y no tienen satisfacción fácil.
Serán admoniciones válidas y previsibles, el vicio y la corrupción, el desamor por la nacionalidad y el “peligro de la implantación de ideologías extrañas a nuestro ser nacional”, o el sacrificio del sector a quien no se le deja vivir en paz y prosperidad, con exacciones que van a sostener políticas con objetivos demagógicos y a mantener vagos.

Elija la que quiera, nunca se equivocará.

A este Gobierno aún para los mas recalcitrantes negadores, debería reconocerle el mérito de tener su medallita, si no dorada, quizá de bronce.


Es un gobierno que no concede genuflexiones a poderes sectoriales, que justamente por ser sectorial, van a contramano con los intereses generales, que es lo que debe primar en la acciones de quienes representan al conjunto de la sociedad.

Ni el Arzobispo de Buenos Aires, ni el Jefe del Ejercito, ni el presidente de la Sociedad Rural, son emisores válidos para expresar las voces señeras que trazan las conductas y los objetivos de la ciudadanía, ni púlpitos, ni atriles ni palcos, son los pedestales adecuados para afirmar derechos, aunque gobiernos amañados de minorías y golpes de estado para conculcar derechos de mayorías, se los hayan facilitado.

Si, por lo contrario, es la Presidenta de la Nación la voz del Gobierno de la Nación y la cadena nacional de radio y TV, la herramienta para que en igualdad de condiciones su voz llegue a todos los rincones, sin intermediarios ni traductores.

Como dato marginal, quizás con alguna importancia para demostrar los maridajes espurios y que nada es casual, el predio de la Rural le fue concedida a esa organización, desde los tiempos del derrocamiento de Rosas (era parte de la propiedad de Rosas) y de la organización nacional, en forma precaria por períodos de uso de veinte años, que se fueron renovando sucesivamente a su vencimiento.

Hasta que llegó Perón en el 46 y caducó la concesión, para mas tarde volver al mismo método en el 56 con la Fusiladora, y mas tarde hubo un paréntesis con Alfonsín que se los renovó por 3 años (así le costo también) y se coronó con la venta por precio vil de Menem, acción viciada y nula, que está en juicio para su recuperación y la justa sanción al “cotur traidor”.

Sinuosidades, trampas, y vilezas han sido las hilachas que han dejado en el tiempo.


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