Pinamar (por Sergio Michnowicz).- Wally llegó al mundo el 5 de Agosto de 1974. Y llenó la humilde casita familiar de alegría. Su papá Juan Carlos, su mamá Mauricia y su hermana Myrian Andrea, cinco años mayor, estaban felices por ese varoncito que pintaba para cosas importantes ya de chiquito.
Cuentan que de muy niño era travieso, como todo pibe que gustaba andar por aquellas calles de arena. Era seriecito, de muy pocos amigos. Pero eso no le impedía hacer diabluras que a la distancia son risueñas. Imagínense lo que era cuando se juntaba con el Guille, con Daniel, con Grego, y otros tantos… Los monos, el 22, el pibe Dirroco, unas joyitas eran. Si todavía lo recuerdan cuando tiró unos rompeportones arriba de Havanna lo que provocó un escándalo hasta con la policía en el pueblo de 5000 habitantes …
Hizo el Jardín de Infantes en el 901, luego la primaria en la Escuela 1 de la calle Constitución. Tuvo de maestra a Mercedes Taurizano, quien fuera concejal de la democracia durante cuatro periodos. También ingresó en el secundario a la Escuela Media “Corbeta Uruguay”, pero a los 16 años algo en su interior le dijo que su destino estaba en el mar.
Paradojas de la vida, esa escuela media llevaba (lleva) el nombre del navío que rescató, junto al héroe de la Armada el almirante Julián Irizar, a la expedición antártica del sueco Otto Nordenskjöld que habían quedado varados en la Antártida a principios del siglo XX.
¿Quizás vino por ese lado su amor incondicional por el mar?¿O por ver todos los días ese inmenso océano desde su Pinamar?¿Qué lo llevó a cambiar, a sus 16 años, de destino escolar?
Sin dudarlo, le dijo a sus padres que quería estudiar para ser marino y defender a la Patria. Se anotó para dar el examen de ingreso en Mar del Plata y un buen día lo llaman para que se presente en la Escuela de Mecánica de la Armada, en Bs.As. Había conseguido su sueño.
Y como todo aquel que integra una fuerza de defensa, comienza a recorrer distintas bases. Lo trasladan a Bahía Blanca y es ahí donde nace su amor por la carrera de submarinista.
¿Y por qué eligió estar en un submarino y no en un buque de superficie? Cuentan que el test que le habían hecho en la ESMA dio que su especialidad era ser electricista naval, andar con las chispas como se dice. Además no se veía integrar la dotación de un barco. Wally quería navegar pero bajo el agua, ahí donde la adrenalina se conjuga con el valor y el compañerismo. No tardó mucho en regresar a Mar del Plata, donde continuó con su instrucción entre esos navíos para corajudos.
Cuando egresó, viajó por el mundo en la Fragata Libertad como todos los marinos que terminan la instrucción. Y ya en su destino marplatense, decidió que era tiempo de formar una familia. Tuvo tres hermosos chicos a quienes amó con ternura. Y cada vez que regresaba de un largo viaje, ellos eran su más valioso tesoro.
Wally era muy respetado en la fuerza. Y por sus conocimientos llegó a ser instructor en la Base Naval de Mar del Plata. Amaba la carrera militar….
Cuando entró en su primer submarino, el ARA Santa Cruz, había tocado el cielo con las manos. Se sentía en la gloria. Era lo que siempre soñó. Estaba en el lugar y el momento indicados. Pero todavía la vida le daría más sorpresas, porque a su pedido de traslado al ARA San Juan, la superioridad le dio el gusto. Y claro, ese navío estaba hecho a nuevo y todos querían ser parte de ese mundo. Solo 44 tripulantes tenían ese honor. Y él era uno de ellos.
Visitó puertos y ciudades. Recorrió todo el Mar Argentino defendiendo lo nuestro. Ushuaia había sido el último lugar que había tocado antes de salir a la mar. Aquel día, hace exactamente un año, Wally y sus camaradas no volvieron. Siguieron y seguirán en los corazones de todo el pueblo argentino que busca la verdad. Busca saber que pasó allá en la inmensidad de nuestro mar.
El Suboficial 1ro. Walter German Real ha dejado hermosos momentos para el recuerdo en Pinamar. Y dejó su vida por la Patria. Y seguirá eternamente recorriendo nuestros mares en defensa de la soberanía. Que su ausencia y la de los 43 camaradas no haya sido en vano. Honor y gloria eterna para los tripulantes del ARA San Juan.
Como cierre, les propongo cerrar los ojos unos minutos y verlos a todos ellos, cada uno en su lugar de trabajo. Felices, alegres, contando chistes, recordando historias. Están ahí escuchándonos también, nos saludan alzando un pulgar, una mano. Y nos piden que no los dejemos, que no los olvidemos. Es nuestra responsabilidad, la de todos los argentinos, que así sea.
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